“¿Por qué el inmigrante entra a Estados Unidos (EEUU) sin permiso? Porque si pide permiso no se le concede”.
Cualquiera que haya leído, al menos un libro, sobre historia de América Latina, sabrá que la intervención política, económica y armada de EEUU en nuestros países ha ocasionado grandes migraciones. Tan solo en la Centroamérica de los ochentas, donde EEUU intervino en los asuntos internos de Guatemala, El Salvador y Nicaragua, hubo más de 300 mil muertos: más de 200 mil muertos en Guatemala, más de 70 mil muertos en El Salvador y más de 30 mil muertos en Nicaragua. Y, debido a estas guerras civiles, los centroamericanos comenzaron a emigrar considerablemente hacia EEUU. Una vez en EEUU, con el paso del tiempo (unos), o luego luego al tocar tierra india (otros), buena parte de ellos se fueron convirtiendo en los mal llamados “ilegales”.
Así como al afroamericano se le prohibía sentarse libremente en un autobús público, y no se le permitía tomar agua del mismo bebedero que un blanco ni ir a una escuela con blancos, y se le linchaba a diestra y siniestra; hoy, el excluyente sistema político estadounidense, le prohibe al inmigrante trabajar, no le permite manejar, le niega una identidad “oficial”, no le permite subirse a un avión, le excluye de beneficio alguno, lo limita de las oportunidades y derechos, lo criminaliza, lo deshumaniza y, de vez en cuando, también le hostiga físicamente en las calles del imperio.
Sí, en la tierra de la libertad y de las oportunidades se deshumaniza a 12 millones de personas, al etiquetarlos como “ilegales”, en su mayoría mexicanos y centroamericanos. No caigamos en la trampa, esa bendita maña de usar el término “ilegal” dejémoslo para el uso exclusivo de los reaccionarios conservadores.
El pueblo norteamericano debería de castigar a sus malos políticos y no permitir que una minoría de conservadores prejuiciosos (deplorables) aboguen y se esmeren, día con día, por hacerle la vida miserable al inmigrante.
Los buenos norteamericanos están hoy obligados a incrementar la solidaridad hacia los inmigrantes y sus familias, que actualmente están resistiendo a algo tan brutal como es la injusta y salvaje deportación (separación de familias dirían, correctamente, otros).
El hecho es que el inmigrante en EEUU, si se lo propusiese, puede llegar a ser un ejemplo de lucha para el mundo: construyendo un gran movimiento de resistencia que haga frente al ultraje anti inmigrante; librando una gran y definitiva batalla en las calles, en las plazas públicas, en Washington, en los congresos locales, en los condados, en las ciudades, en los vecindarios y, claro, hasta en las benditas redes sociales…
Marco Dávila
maidaca85@gmail.com
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