Por Leticia Puente Beresford
Nueva York, 11 de mayo de 2018.- “¿Deseo tener hijos porque quiero que me admiren tanto como a las mujeres que son madres? Eso se pregunta Sheila Heti en su libro “Motherhood”, que habla de ese pensamiento dividido que nos asalta: tener o no tener descendencia.
El libro de Heti, que toca ese tema fundamental para muchas mujeres, llevó a otra mujer, a la periodista Alexandra Schuwartz a hacer su propia reflexión sobre el tema y a afirmar que ese libro puede prevenir lágrimas y a convertirse en un cuestionamiento personal. Le hace también recordar que el punto esencial de esa disyuntiva ante la maternidad es la posibilidad de decidir.
Schuwartz, en un artículo publicado este mes en The New Yorker, titulado “To have and to do”, reseña críticamente el libro de Heti y repasa con ella desde la historia cultural de la maternidad hasta las palabras que le dijo su madre cuando le llegó el momento de decidir si tenía o no hijos. “Tú eres libre”, le dijo su madre a Shila y ella decidió.
Sin embargo, reflexiona que cuando una mujer está en edad reproductiva o tiene menos de 30 años, no es sencillo decidir, ya que no es fácil pensar en cómo sería la vida de una mujer sin hijos, de la misma manera en que cuando eres niña o adolescente no puede vislumbrar con objetividad sobre lo que es ser adulta, porque los periodos de la vida son, hasta cierto punto, autónomos.
El problema, dice, es que la posibilidad de la maternidad trabaja contra reloj, no dura toda la vida, como lo dice Rachel Cusk en su libro autobiográfico “A life work”, publicado en 2001, después de convertirse en madre de una niña.
Sheila Heti abunda en el tema del tiempo, porque decidir entre ser madre de un hijo de carne y hueso o engendrar un “hijo” de tinta y papel sólo se puede hacer cuando es biológicamente posible engendrar.
Heti recuerda que, cuando tenía 36 años y vivía en Toronto, Canadá, con su novio Miles (quien tenía una hija de su anterior relación y no quería más descendencia), ella decidió que quería tener hijos y él aceptó, pero como una concesión, no sin antes aclararle que «lo pensara bien».
No es frecuente que las mujeres tengan la libertad para decidir sobre su fertilidad sin coerción o condicionamiento, dice la escritora, y la actitud del novio no fue exactamente un gesto de benevolencia, sino una justificación para no asumir o involucrarse.
Por eso, Heti lamenta que cuando una mujer quiere tener un hijo es como un secreto que sólo lo guarda para ella. Y considera que planear a los hijos es la parte más difícil, mientras tenerlos es la parte más maravillosa.
La maternidad, según Heti, tiene implícita una validación social para una mujer y es por eso que también puede significar una trampa para que se quede en el espacio doméstico, lugar socialmente reservado para ellas, en donde tiene que estar ocupada con los hijos.
Ella confirmó la vigencia de esta idea cuando, sin asomo de duda, decidió interrumpir un embarazo no deseado y el doctor asignado la atendió con un día de retraso. Para ella, a 15 años de distancia, esa demora fue un acto de oposición del médico al aborto, justamente por la idea de que una mujer no puede negarse a la maternidad.
Para Heti la maternidad no es una acción automática, por lo que recomienda que, antes de decidir si quiere ser madre, una mujer pase tiempo con los niños de otras mujeres, que se acerque a ellos para darse idea de qué significa compartir con ellos la existencia.
Esto podría ayudarle a entender, por ejemplo, cómo vive una mujer sin tiempo para hacer las miles de cosas que tiene planeadas o sueña, o cómo tiene que arreglárselas para hacer esas cosas mientras cría a sus hijos. Recuerda que ella, aunque vivió con su madre y padre, tuvo momentos en que se sintió como una hija mal cuidada.
«Motherhood» habla también de la maternidad y la religión, desde la instrucción que dios les dio a Adán y Eva para multiplicarse, como cuenta la Biblia, hasta la idea del vientre bendecido y de la bendición que significa tener un hijo.
Maternidad y literatura
Al hablar de su carrera de escritora, Heti dice que su oficio no la deja estar sola, es una pasión, el centro de su vida y contrasta esa situación con la de muchas escritoras que son madres y no pueden dedicarse a su oficio tiempo completo, ya que tienen que estar siempre disponible para los otros.
No es lo mismo, explica, que una mujer pueda cerrar la puerta para ponerse a escribir, a que tenga la obligación de estar siempre al servicio y las órdenes de los demás. Por eso no resulta exagerado que muchas mujeres lleguen a decir que odian ser madres.
Heti, autora de seis libros, recuerda que aunque su novio le dijo que a él le gusta que su compañera viva para su arte, no para tener hijos, por alguna razón ella no usó ningún método anticonceptivo. Hoy, a sus 40 años, aunque consulta el I Ching, no le ha preguntado si debe o no tener un hijo.
Ella supone que escribió «Motherhood» para su propia madre, una mujer judía que pudo continuar con su carrera y sus investigaciones, que podía mudarse de casa con plena libertad como lo hizo. Recuerda que en la escuela le preguntaban si tenía mamá, pues era su padre el que casi siempre iba por ella a la escuela.
Cuando terminó su libro, Heti envió el manuscrito a su madre, quien al día siguiente le respondió «es mágico», una alentadora respuesta que siempre quiso escuchar.
Es cada vez más frecuente que haya casos como el de Heti, quien reflexiona y cuestiona la maternidad, sobre todo en los últimos años, con la existencia de movimientos como NoMo (No Mother). Tan sólo en mi entorno cercano, son más de 10 las mujeres solteras y casadas que optaron por no tener hijos; incluso varias se casaron con la condición de no procrear. Yo las veo felices, complacidas, plenas, seguramente porque pudieron decidir.
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