Por Leticia Puente Beresford
Nueva York, 19 de marzo de 2018.- En México, principalmente en Tamaulipas, “se vive una violencia extrema contra las periodistas y una censura brutal”, “es una zona de silencio, nadie publica lo que pasa”.
Así lo denunció Rosa María Rodríguez Quintanilla, periodista tamaulipeca desplazada de su estado por la inseguridad, durante la mesa “Violencia contra mujeres periodistas”, realizada en el marco de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer (CSW62) de la Naciones Unidas, ONU-Mujeres, que de manera paralela realizó la Red Internacional de Periodistas con Visión de Género (RIPVG), el pasado 16 de marzo.
Un panorama similar describió Lucía Lagunes Huerta, directora de la organización Comunicación e Información de la Mujer (CIMAC), quien insistió en que en México no hay democracia y es ahí donde la violencia en contra de las mujeres periodistas se normaliza.
Lagunes Huerta explicó que, cuando una periodista denuncia el hecho de violencia, el gremio la trata de ignorar e incluso la acusan de que “se quiere hacer famosa”. La mujer periodista, dijo la feminista, sufre doble riesgo.
La doctora Aimeé Vega Montiel, de Alianza Global de Medios y Género, apuntó que México, Colombia y Argentina son lugares peligrosos para las mujeres periodistas, pero es México el más peligroso. Indicó que de 2014 a 2015 se han registrado 147 casos de violencia y 15 casos de feminicidio, datos que coinciden también con los de CIMAC.
Vega Montiel retomó también la información de la organización Artículo 19, que indica que en 2016 se registraron 426 agresiones contra periodistas y el 99.7 por ciento no están resueltos.
Resaltó los casos de Rodríguez Quintanilla, quien se vio obligada a migrar de su estado, porque no hay garantías para ejercer su profesión; de Carmen Aristegui, quien tras denunciar un caso de corrupción relacionado con el presidente Enrique Peña Nieto, perdió su trabajo y fue víctima de espionaje, junto con su hijo, como denunció el periódico The New York Times.
Relató también el caso de Sanjuana Martínez, quien sufre la violación de sus derechos humanos, precisamente por denunciar ese tipo de casos; el de Anabel Hernández, quien denunció los vínculos entre el capo Joaquín “el Chapo” Guzmán y autoridades del gobierno. Así mismo el caso de Marcela Turati, quien denunció el manejo jurídico del caso Ayotzinapa; el de Lydia Cacho, quien documentó y denunció casos de pornografía contra la infancia, y el de Miroslava Breach, quien fue asesinada por sus denuncias periodísticas.
En suma, dijo Vega Montiel, América Latina es una zona de gran peligro para ejercer el periodismo, incluidos países de Centroamérica como Guatemala, Honduras y El Salvador.
Miriam Bobadilla, de Argentina, informó que, para evitar represalias como el despido o las agresiones personales, lo que hacen las periodistas de su país “es cuidarnos y lo que nos pasa lo publica otra colega”. Llamó también a la unidad de las periodistas latinoamericanas.
En el mismo sentido habló la periodista española Montserrat Minobis, quien resaltó la unidad de las 50 periodistas que firmaron el pasado 8 de marzo un desplegado conjunto y salieron a la calle porque “necesitamos medidas comunes”. Explicó que, al igual que en muchos países del mundo, en España las periodistas tienen problemas salariales, de despidos por ajustes empresariales, de acoso sexual, entre otros, antes los cuales la voz de las mujeres es aún débil.
CIMAC citó su informe “El poder del cacicazgo. Violencia contra las mujeres periodistas 2014-2015”, que incluye casos como el de Gloria Muñoz Ramírez, directora de Desinformémonos, de quien se dice: “En aquella ocasión, los agresores entraron a su hogar en la colonia Roma y, sin sustraer nada de valor, dejaron como evidencia que habían revisado sus artículos personales y en especial su ropa íntima. Ese fue un mensaje para decirle que pueden estar tan cerca de ella como se lo propongan”.
#Metoo—Now What?
A la par de la mesa “Violencia contra mujeres periodistas”, también el 16 de marzo se realizó en la sede de las Naciones Unidas la reunión “#Metoo-Now What? Mujeres en los medios, desde la protesta hasta la acción”, donde se habló de discriminación de género, explotación sexual de las mujeres en la industria de los medios.
Se habló de una solución con perspectiva holística, del papel de la industria de los medios y de un cambio que no deje a nadie fuera, un cambio que involucre a todas.
Se dijo, por supuesto, que esta revolución que significa el movimiento #Metoo no debe abandonarse. Por eso, la actriz Sienna Miller aseguró que “basta es basta” y que “no estamos solas”. Habló de que ya hay 20 millones de dólares para atender sus casos, que nadie se sienta marginada. Y se pronunció por romper el silencio porque “la revolución está aquí, el tiempo del cambio llegó y nuestra voz importa”.
En el panel de discusión, moderado por la feminista y columnista de The Guardian, Polly Toynbee, la directora de ONU-Mujer, Phumzile Milambo-Ngcuka, detalló que #Metoo “es el poder ser visible, de hablar por las otras, por las invisibles. Es un asunto global contra la impunidad. Los poderosos por primera vez no lo son más”. #Metoo puede salvar vidas. Y recordó que la voz y la lucha de la activista brasileña Marielle Franco, pese a que fue asesinada hace unos días, continuará.
En la reunión estuvieron también Ine Eriksen Søreide, secretaria del Exterior de Noruega; Fatemah Farag, representante de medios de comunicación de Egipto; Pamela Sitton, editora de África, y Matthew A. Winkler, cofundador de Bloomberg.
Fatemah dijo que para ella el #Metoo es parte de la solución cultural y en su país está despertando la denuncia. En África, dijo Sitton, el tema ya se está discutiendo. Winkler aseguró que es un movimiento profundo, para siempre y de “cero tolerancia”.
Se mencionó también la disparidad salarial en los medios de comunicación, en donde las mujeres ganan 77 centavos por cada dólar que ganan los hombres, mientras que en Hollywood ellas ganan 30 centavos, por cada dólar que ganan ellos, siendo las peor pagadas las mujeres negras.
La feminista ecuatoriana Yolanda Terán, experta en seguridad y derecho a la Tierra, habló sobre las mujeres rurales e indígenas. “Unidas y a la acción”, dijo en la tribuna de la ONU, antes de hacer una extraordinaria exposición sobre la relación de las mujeres con la Madre Tierra.
Otro tema fue el de las nuevas tecnologías en las zonas rurales e indígenas, donde las mujeres carecen del acceso a la propiedad de la tierra y no pueden tampoco adquirir un teléfono celular de cien dólares, con ingresos que son de un dólar por día. Además, ¿cómo tener acceso a Internet si en sus comunidades no tienen electricidad?
Terán se pronunció por hacer accesible la educación para todas las mujeres, porque en las zonas más pobre sólo los hombres tienen posibilidad y derecho a la educación universitaria. “Necesitamos solución, necesitamos romper el círculo de la pobreza”, dijo. Y al hablar de la salud reproductiva, señaló que en las clínicas rurales se requiere que haya conversación con las mujeres, no imposición.
Pese a tratar temas tan diversos, las participantes en “#Metoo-Now What? Mujeres en los medios, desde la protesta hasta la acción” coincidieron en un llamado a la unidad, para que no haya más impunidad y en realizar acciones en favor de los derechos de las mujeres.
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