Entiendo tu tregua de silencios cuando callas;
entiendo, igual, tu boca y el gesto que no hablas:
como una campanada son, como una sórdida muralla.
Dame guerra en tus ojos preciosos de batalla,
con una estratagema de pureza hacia tu lengua.
Y cuando empiece la contienda, no habrá victoria,
sólo una lis en tu alma y en tu boca,
que para ganarte el corazón tengo mil rosas
y todas quieren besarte en la boca.
Salvador Pliego.
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