Alce la voz, compañerita, la lucha tiene su nombre.
No importa sean dos o cuatro los que de arriba coaccionen;
usted y yo sumamos el triple.
Cuando usted grita en la plaza:
¡Ya basta, no más infamia ni sangre!,
yo voy haciéndole eco y es el alma que me arde.
Y es que el tirano no entiende
en esto de irnos queriendo:
usted y yo, compañerita,
somos el colectivo de uno,
cuando nos damos la mano
ensanchamos los corazones al triple.
Salvador Pliego.
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