“La sociedad norteamericana es un proceso no una conclusión”— John Fitzgerald Kennedy.
Cuando los inmigrantes hace más de cien años llegaban en barco y avistaban la Estatua de la Libertad, muy posiblemente sentían lo que siente el actual inmigrante al encontrarse por primera vez con una sociedad de un país de primer mundo.
Aquellos inmigrantes eran movidos en su mayoría por la pobreza, sabedores de que en EEUU su situación económica mejoraría. Los recientes inmigrantes, expulsados de México debido al entreguismo y miseria económica creada por gobiernos rateros y mediocres, al igual que lo sabían los inmigrantes de antaño, piensan que en EEUU su situación económica tiene potencial de mejorar, vienen en busca de la tan anhelada “libertad”, esa de la que tanto se presume por estas tierras.
Doscientos años atrás, el inmigrante católico discriminó contra el inmigrante judío, el inmigrante irlandés discriminó contra el inmigrante chino, el inmigrante nórdico discriminó contra el inmigrante católico… En EEUU todos han discriminado contra todos. Hoy, ciudadanos norteamericanos de origen católico, judío, irlandés, chino, nórdico, discriminan contra el inmigrante mexicano (e inmigrante en general). En efecto, viendo la historia de este país, parece una competencia de a ver quien es más cruel con su semejante. En otras palabras, la historia de EEUU nos demuestra que los inmigrantes viejos siempre han discriminado a los nuevos inmigrantes.
En esos tiempos, entre otras, se hablaba de la “conspiración irlandesa”, debido al catolicismo de los irlandeses, supuestamente eran “enviados del Papa con el propósito de apoderarse de la sociedad norteamericana”.
Se dice que EEUU sigue siendo el país de la “libertad”, pero lo que no dirán es que esta libertad no aplica para 11 millones de trabajadores inmigrantes. No dirán que ésta, tan citada, “libertad”, cuenta con una condicionante, una preferencia racial inclinada hacia lo blanco.
En conclusión, los mexicanos (e inmigrantes en general) están siendo parte activa del proceso histórico, político y cultural de EEUU. De ellos, de nadie más, depende el tipo de influencia que se quiere tener hacia este país. Yo espero que de aquí a cien años, la herencia del mexicano en EEUU sea una de lucha, de liberación y de identidad.
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