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noviembre 21, 2017678
Palabras de Laura Esquivel, durante la presentación del Plan de Desarrollo 2018-2024
Hablar de educación es hablar de conexión, de memoria, de interpretación, de análisis. Se podría decir que el proceso del aprendizaje consiste en el establecimiento de canales de comunicación mediante los cuales se comparte información entre neurona y neurona, entre célula y célula, entre individuos que forman parte de una familia o una comunidad.
Sin embargo, a veces recibimos impulsos que nos invitan a realizar una acción coordinada que nadie nos había enseñado antes. Se trata de un conocimiento que no adquirimos en ninguna escuela ni en ningún libro.
En el reciente terremoto que ocurrió en la ciudad de México, las calles se vieron inundadas por personas que ayudaban a otras incluso poniendo en riesgo su vida. ¿Dónde aprendieron a practicar ese gran acto de solidaridad? ¿En qué escuela les enseñaron a remover escombros de manera coordinada y con tal rapidez? ¿En qué universidad se enteraron que la generosidad era uno de los valores que estaba por encima del individualismo?
Y quizá lo más importante, ¿será posible tener contacto permanente con esa fuente de conocimiento, con fuerza invisible, con ese espíritu de una raza poderosa que se hace presente en momentos de crisis para demostrarnos que vive y que respira en cada uno de nosotros? Tal vez la respuesta correcta sea que podemos hacerlo a través del arte y la cultura.
Educación y Cultura caminan de la mano. Si consideramos que las manifestaciones culturales representan la forma de vida de un pueblo y que son actos que se repiten una y otra vez como un recordatorio de nuestra identidad, es realmente preocupante que en la actualidad se repitan actos de corrupción, de violencia, de impunidad, de desaparición forzada como si fuera lo más normal del mundo.
Hemos atestiguado como surge y se impone como forma de vida una cultura espuria que de ninguna manera nos representa. Hemos permitido que la televisión se convierta en la maestra emocional de futuras generaciones.
Hemos dejado que las grandes corporaciones solo den empleo a estudiantes que estudiaron en universidades avaladas por ellos mismos y dejen fuera a los que cursaron sus estudios en universidades públicas, dejando abierta la puerta para que el crimen organizado trate de reclutar a los rechazados.
Para evitar que esto suceda, en necesario llevar a cabo una auténtica revolución educativa orientada a mejorar la calidad de la enseñanza y a garantizar que nadie, por falta de espacios, de maestros, o de recursos económicos se quede sin estudio.
1- La Educación que ofrezca el Estado será nacional, laica y gratuita.
2-Todos los estudiantes de nivel medio superior contarán con una beca mensual equivalente a medio salario mínimo.
3- Dejarán de ser obligatorios los exámenes de admisión que sólo han servido para convertir la educación en privilegio de unos cuantos, cuando es un derecho de todos.
4- Ningún joven será rechazado al ingresar a escuelas preparatorias y universidades públicas, es decir habrá 100% de inscripción.
5- Se erradicará el analfabetismo en todo el territorio nacional.
Ese será el inicio de un movimiento que tratará de revertir los efectos negativos que el modelo neoliberal provoca en nuestros países, ya que no hay ninguna otra circunstancia política o social que pueda explicar la destrucción sistemática al medio ambiente a causa de la implantación de un modelo depredador de la producción que pone en riesgo nuestro entorno natural, y, sin exagerar, el de la humanidad misma.
Este hecho ha llevado a un grupo de científicos a afirmar que se ha iniciado una nueva era geológica a partir del lanzamiento de las bombas atómicas: el Antropoceno, que se caracteriza por el impacto nocivo que ha tenido la actividad humana sobre los ecosistemas. En otras palabras, los seres humanos podemos ser destruidos por nosotros mismos. Ante lo cuál es urgente diseñar programas educativos que trabajen a favor de la sustentabilidad del planeta y que logren cambios profundos en nuestras formas de vida.
En este sentido, resulta necesario implementar programas educativos que incorporen el Servicio Comunitario en sus planteles. Que los alumnos tengan la oportunidad de alfabetizar o de brindar ayuda a ancianos, enfermos o personas en situación de calle.
El objetivo de tales programas es crear un sentido de unidad dentro y fuera del aula. Es crear un sentido de pertenencia. Es diluir los efectos del individualismo para afirmar que más allá de las diferencias de sexo, raza, posición económica o religión, todos podemos trabajar por el bien común. Mediante estas prácticas los que dan y los que reciben recuperan dignidad y establecen lazos indisolubles de memoria colectiva, o sea, trabajan a favor de la cultura.
La cultura es el eje transversal de toda toda transformación revolucionaria. Lo primero que define y permite la transformación de un pueblo es su cultura, y la cultura es la percepción que tenemos del mundo, la forma en que accedemos al otro y la mejor herramienta con la que contamos para comunicarnos.
Para favorecerla, las emisoras de radio y televisión estatales abrirán sus espacios para la expresión de los artistas locales, se ampliará la cobertura de estos medios, se establecerán convenios para que algunos de ellos se puedan ver y escuchar más allá de las fronteras.
El programa de cultura será democrático, incluyente, pluricultural, abierto a las expresiones del mundo, participativo, que valore nuestra herencia cultural, y proteja nuestro patrimonio histórico, artístico y cultural. Brindará acceso gratuito de internet en escuelas, parques y lugares de encuentro.
De acuerdo a lo anterior, tomando en consideración la importante transversalidad entre cultura y educación y el binomio complementario de ciencia y tecnología, los avances civilizatorios en tanto patrimonio de la humanidad, y los avances nacionales que podamos lograr con una política sustentable en estas fundamentales materias, constituirán el basamento fundamental para promover el constante mejoramiento económico, social y cultural del pueblo.
En este sentido, “vamos a preservar la gran diversidad biológica y cultural de México. Impulsaremos prácticas agroecológicas que aumenten la productividad sin dañar a la naturaleza. No se permitirá la introducción y el uso de semillas transgénicas. Cuidaremos nuestra reserva de recursos bióticos. Se respetarán y apoyarán las prácticas económicas autogestivas tradicionales e innovadoras habituales entre indígenas y campesinos”.
El Estado mexicano dejará de ser un realizador y coordinador de actividades culturales para convertirse en un propiciador, de manera que su papel sea el de impulsar el desarrollo cultural de las comunidades, de los pueblos indígenas, de los barrios urbanos, de las zonas rurales, de las entidades periféricas, y en general, de toda la población mexicana.
Se modificará la práctica de “llevar la cultura” a la gente. Lo que se necesita es que se apoye financieramente para el desarrollo cultural de cada pueblo y ranchería, para que puedan generar proyectos culturales dentro de cada comunidad.
Se aplicará un criterio para que la sociedad civil dedicada a la cultura, dígase pequeñas librerías, cafés literarios, espacios alternativos, centros culturales independientes, puedan desarrollar su proyecto sin presiones fiscales y con estímulos gubernamentales.
Asimismo, todas las micro, medianas y grandes empresas cuyo objetivo sea la promoción de la cultura en cualquiera de sus manifestaciones: editoriales, museos, centros culturales, etc., tendrán una atención adecuada por parte de los gobiernos locales, estatales y federal.
La cultura específica de una colectividad implicaría una síntesis original de tres dimensiones: la capacidad creadora e innovadora de la colectividad, su facultad de adaptación y su voluntad de intervenir sobre sí misma y sobre su entorno. En resumen, la cultura hace existir una colectividad en la medida en que constituye su memoria, contribuye a cohecionar a sus actores y permite legitimar sus acciones. En otras palabras, la cultura, socialmente, es determinada y determinante, estructurada y estructurante. Estructuremos una cultura de paz.
Nadie puede promover la paz si ésta no es parte de su propia vida. La paz no es la ausencia de la guerra. La cultura de paz surge dentro sociedades equitativas, autosustentables. Donde todos tengan las mismas oportunidades de desarrollo.
Formar una cultura de paz es desarrollar la armonía interna que mueve a las personas a relacionarse en el mundo con base en el auto-reconocimiento, la auto-valoración y el respeto a la dignidad y a su identidad.
Recobremos de manera pacífica las calles, las plazas, los mercados, las fábricas. Bailemos, pintemos, hagamos teatro, hagamos cine, recordemos que todos somos artistas, todos somos creadores. Hagámoslo… tendremos un presidente que nos dará apoyo.
Nosotros y nadie más que nosotros seremos los que podemos ser agentes de cambio. Es cierto que urge una reforma educativa que impulsen los maestros de norte a sur, de este a oeste y ganaremos esta lucha cueste lo que cueste…pero también se requiere de nuestra participación, convirtámonos en maestros, en educadores ya que educa el que coloca una semilla en la tierra con la convicción de que está sembrando paz, bienestar, esperanza.
Educa el que defiende los bosques, el que cuida los ríos, el que escucha el llanto y consuela al que sufre, el que recuerda a sus antepasados, a sus desaparecidos. Educa el que habla con verdad, el que en su decir invoca lo noble, lo bello. Educa el que brinda abrigo, el que da de comer,… el que ama…
Creemos un mundo donde el amor tenga cabida. No hay otra manera de hacer política, como bien dice Andres Manuel López Obrador
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