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agosto 29, 2017481
Amigas, amigos, paisanas, paisanos migrantes de México, de Centroamérica, del mundo:
Me da mucho gusto estar en Los Ángeles para presentar este libro que se titula: ¡Oye Trump!
Desde el inicio del gobierno de Donald Trump sostuvimos que la propuesta de construir un muro en la frontera y perseguir a migrantes, obedecía más a una maniobra política, ha una propaganda, a una demagogia, como aquí lo ha recordado Pedro Miguel, que a una razón de Estado.
Aquí, en Los Ángeles, el 12 de febrero de este año, en la Plaza Olvera, expresé que a Donald Trump y al grupo de asesores le había resultado azuzar a ciertos sectores de la población estadounidense contra los inmigrantes y, en particular, contra los de nacionalidad mexicana.
El discurso racista y la cizaña en contra de los extranjeros le permitió a los actuales gobernantes ganar la presidencia y suponían que iban a mantenerse y reelegirse en el gobierno, alimentando el odio de unos sectores contra otros. Esto es lo que me parece más irresponsable del proceder del presidente Donald Trump: el usar el racismo y la xenofobia como propaganda. Ya estamos viendo los funestos y lamentables resultados de esa desmesura. Se cumple el refrán, según el cual, “el que siembra vientos cosecha tempestades”.
De ahí que mantengamos la convicción de enfrentar esa estrategia neofascista desde aquí mismo; es decir, desde Estados Unidos. No podemos apostar solo a corregir una injusticia desde el extranjero, tenemos que acudir a la comprensión del pueblo estadounidense.
Lo central debe ser frenar, detener el odio promovido por la propaganda contra los migrantes. Que se revierta con argumentos el absurdo de la superioridad racial. Que no avance ni en las provincias ni en las grandes ciudades de Estados Unidos, en los corazones de los hombres nobles y trabajadores de este pueblo, la fobia en contra de nuestros paisanos y de los extranjeros en general.
Hay que desmontar las mentiras utilizadas para manipular a ciertos sectores de la población estadounidense. Empezando por advertir que lo de “Estados Unidos primero” es una falacia, un disparate. Por encima de las fronteras nacionales están la justicia y la fraternidad universal.
Debemos hablar y hablar con quienes fueron engañados por Trump hasta hacerlos reflexionar sobre lo inhumano que implica levantar un muro para cerrar a Estados Unidos y convertirlo en un gueto absurdo.
Hay que hacerles ver que se trata de un atentado contra la libertad, contra los derechos humanos, y la negación de los valores fundacionales de este gran país. Tenemos que explicar, además, que ese muro grotesco no solucionará ninguno de los problemas que pretende resolver, aunque sí producirá mucho sufrimiento. Hemos de recordar que la paz y la tranquilidad, aquí, en México, en nuestro país, o en cualquier otra parte del mundo, son frutos de la justicia y no del uso de la fuerza.
Con estas certezas debemos insistir en convencer a los estadunidenses que están cegados por el odio contra los migrantes y que desprecian a sus semejantes sin motivo o razón, solo por prejuicios raciales, de clase, religión o cultura.
Debemos explicar a los trabajadores de este país, granjeros y empresarios de Estados Unidos que los problemas económicos que padecen no son responsabilidad de los migrantes ni de México, sino del mal gobierno, de los privilegios y de la mala distribución del ingreso que predomina en este país tanto como en el nuestro.
Hay que exponer ante quienes le han creído a Trump y ante quienes votaron por él, que es inmoral y absurdo tratar con desprecio a los mexicanos y que, en vez de tensar y deteriorar las relaciones entre nuestros dos países y sus pueblos, debe alentarse el respeto mutuo y procurar la cooperación para el desarrollo.
Inclusive, no descartamos la posibilidad, lo repito, de que Donald Trump rectifique y cambie su agresiva política hacia México, por el bien de las dos naciones. Es nuestro deber tratar de persuadirlo, de convencerlo, pero, al mismo tiempo, nos asiste el derecho de crear las condiciones para hacerlo entrar en razón.
En materia económica y comercial pensamos que se debe procurar una relación de beneficio mutuo. Nada de cerrar fronteras o de amenazar de poner impuestos o aranceles y, mucho menos, apostar a una guerra comercial, con ningún país o bloque de países. Por el contrario, es indispensable integrar más nuestras economías y promover el libre comercio.
En la relación bilateral es importante tomar en cuenta que estamos unidos por la geopolítica. Somos vecinos, compartimos una extensa frontera y aunque han habido desencuentros, y México ha sido agraviado, también existen históricos lazos de amistad y cultura.
Debemos rebatir con argumentos ciertos sofismas, por ejemplo, el déficit de 60 mil millones de dólares de Estados Unidos en la relación comercial con México es algo relativo, porque nuestras exportaciones contienen un alto porcentaje de capital, de tecnología y de insumos estadunidenses.
Asimismo, gracias a la calidad de la mano de obra de los mexicanos y de desgraciadamente de los bajos salarios pagados por la industria automotriz y de autopartes instalada en México, los consumidores de Estados Unidos pueden ahorrar hasta 5 mil dólares en la compra de un vehículo nuevo. En otras palabras, sin las partes o los automóviles hechos en México, la industria estadunidense no podría competir con los productos de Europa o Asia.
De modo que no se trata de estigmatizar nuestra relación comercial, sino de buscar ventajas comparativas para competir mejor en un mundo globalizado.
Estamos dispuestos a poner sobre la mesa, en su momento, nuestro programa de desarrollo para impulsar el crecimiento, generar empleos, mejorar los salarios y garantizar el bienestar, y así enfrentar de manera conjunta las causas que originan la migración, la inseguridad y la violencia.
Repetimos: no es con muros, ni con el uso de la fuerza como se resuelven los problemas sociales, sino con la cooperación, con el desarrollo y con el bienestar de los pueblos.
Lo más humano y eficaz para reducir el flujo migratorio es rescatar el campo mexicano, apoyar a los sectores productivos, crear empleos y mejorar los salarios de los trabajadores.
Más temprano que tarde eso se logrará porque, independientemente de lo que resuelva el gobierno de Estados Unidos, nosotros vamos a terminar con el principal problema de México: la corrupción. Además, estamos convencidos que acabar con la corrupción, tendremos muchos recursos se van a liberar muchos recursos para mejorar las condiciones de vida y de trabajo en nuestro país.
La fórmula es acabar con la corrupción y con los privilegios y con esos ahorros financiar el desarrollo de México.
El nuevo gobierno democrático de México mantendrá siempre una actitud respetuosa hacia el gobierno de Estados Unidos, pero haremos valer nuestra autoridad soberana.
En primer término, defenderemos, sin ningún condicionamiento, el derecho de nuestros connacionales a ganarse la vida en cualquier lugar del mundo con su trabajo honrado.
Adelanto me da mucho gusto repetirlo en Los Ángeles que, en poco tiempo, los 50 consulados de México en Estados Unidos se ocuparán por completo de la defensa de nuestros paisanos.
Para efectos prácticos, los consulados se convertirán en auténticas procuradurías para la defensa de los migrantes. Los cónsules mexicanos serán seleccionados con mucho rigor y tendrán rango de embajadores. Deberá ser igual de honesto y profesional el cónsul de Los Ángeles que el embajador de México en Francia.
Insisto: buscaremos establecer una relación bilateral con Estados Unidos fincada en la cooperación para el desarrollo. Defenderemos a los migrantes, pero, al mismo tiempo, como aquí se ha expresado, aplicaremos una política económica para generar empleos y garantizar a los mexicanos trabajo y bienestar en sus lugares de origen, donde están sus familiares, sus costumbres y sus culturas.
Vamos a impulsar el desarrollo regional de México, de sur a norte, desde el Suchiate hasta el Río Bravo, con la puesta en práctica de proyectos para retener a la población en sus pueblos, ampliando oportunidades de trabajo y de bienestar. En el sureste se va a sembrar un millón de árboles maderables para que haya empleo, se van a construir los 300 caminos que comunican a 300 municipios de Oaxaca, que ahora son de terracería.
Oaxaca tiene 570 municipios, tengo la dicha enorme de conocer todos los municipios de Oaxaca, por eso sé que hay 300 caminos que no tienen pavimento, vamos hacer esas obras, no con el uso de maquinaria, vamos a hacer esos caminos con revolvedoras para dar trabajo, pagarle bien a todos los trabajadores, cumplir con un doble, triple propósito: hacer las obras, crear empleos y dejar la inversión en las comunidades, en los pueblos.
Tengo un ideal que se los transmito va a llegar el día de que no van a tener necesidad de emigrar los mexicanos, porque van a poder tener trabajo, buenos salarios y bienestar en sus pueblos ese es el ideal.
En toda la frontera con Estados Unidos se creará una zona libre o franca para promover la inversión, el desarrollo productivo y tecnológico, así como la creación de empleos.
Esta será la última cortina para retener a trabajadores en nuestro territorio. A lo largo de los 3,185 kilómetros de frontera, en una franja de por lo menos 20 kilómetros de ancho, se aplicará un programa de estímulos fiscales a la inversión productiva, bajará el IVA al 8 por ciento, se va a homologar el IVA, se va a cobrar los mismo que se cobra de los estados fronterizos de la Unión Americana, en promedio 8 porciento, de 16 va a bajar al 8 por ciento, lo mismo con el Impuesto Sobre la Renta va a bajar al 20.
Y vamos a reducir en toda esa franja, por decisión soberana, porque vamos a correr todas las garitas 20 kilómetros tierra adentro, 20 kilómetros hacia nuestro territorio, por decisión soberana en toda esa franja, vamos a bajar los precios de combustibles, de electricidad, y en esta franja va a aumentar el salario, vamos a buscar mecanismos legales y de convencimiento para que aumente el salario en beneficio de los trabajadores.
Pronto, muy pronto, los migrantes como aquí se ha dicho pondrán elegir, decidir con libertad entre quedarse de éste lado de la frontera, contando con la protección del gobierno de México o regresarse a su país de origen, donde tendrán garantizado el derecho al trabajo, a un salario justo, al bienestar y a la seguridad.
Termino agradeciendo la presencia y la confianza de todas y de todos ustedes, les digo de manera sincera no voy a traicionar al pueblo de México.
Me identifico, como ha quedado de manifiesto, con el análisis y las reflexiones de Pedro Miguel y de Elenita Poniatowska, una gran escritora, es un gran orgullo para mí que Elena Poniatowska nos acompañe, una mujer excepcional, no solo por su trabajo literario, sino por su gran compromiso social, es una ejemplo, una gran mexicana que está con nosotros.
Espero que este libro: “¡Oye, Trump!”, contribuya en la formación de una conciencia más humana y más justa, crítica desde luego, pero de apertura y entendimiento mutuo, en beneficio de nuestros pueblos y naciones.
Hice también el compromiso con presidentes de América Latina, acabo de hacer una gira, estuve en Chile, en Ecuador, El Salvador, me entreviste con la señora Bachelet, estuve con el presidente de Ecuador, Lenin Moreno, estuve con el presidente de El Salvador, Salvador Sánchez y con los tres hablamos de este tema sobre la migración y sobre la necesidad de unirnos para defender a todos los migrantes de América Latina y del mundo.
Muchas gracias por asistir a este acto, muchas gracias a todas y a todos ustedes, me complace mucho que estén de todos los estados de nuestra República, estén aquí presentes y que también estén con nosotros personas que estimo mucho.
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