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UN MUERTO RESENTIDO

UN MUERTO RESENTIDO.

Llegamos a la plaza, mucha gente en el festival, la música sonando en blues de recuerdos incontrovertibles, es bueno siempre recordar, ayuda a levantar el ánimo en cualquier lugar, y más en estos días de recuerdos mas allá de lo profundo,

Sentarse a escuchar un poco y después recorrer la exposición de tumbas, mucha imaginación y trabajo en grupo, materiales reciclables y vistosos que iluminan el ambiente y despiertan la curiosidad de los visitantes.

Me gustan las expresiones de la gente sencilla, a veces no tan profundas, pero genuinas, colores encendidos en las flores, calaveras diminutas y gigantescas, bueno hasta una de gran tamaño de Cuitláhuac “El Invicto”, allí al frente del escenario.

Van y vienen visitantes, tomando fotos, vídeos, sonrisas, expresiones de asombro y de sorpresa, hasta que se acaba la batería del “cel”, ni modo, falto esa, aquella, ya será otro día

En las tumbas más grandes hay figuras hasta del tamaño promedio de una persona, vestidas con ropa casual, rostros con expresiones taciturnas, o de terror; en otras sobresale la figura mítica de “la catrina”, vestida como se estilaba en la época de finales del siglo XIX.

Pero, espera ¿que veo?, un hombre de una de las tumbas comienza a caminar, así como si estuviera vivo de repente y sin más reconociera el camino a casa, al parecer, nadie mas lo observa, todos entretenidos en la exposición o en la música.

Por pura curiosidad, lo sigo hacia donde avanza, con paso lento, pero seguro, ¿hacia donde va?, se encamina hacia la parte trasera del Auditorio Quetzalcóatl, atraviesa la calzada ermita y comienza a subir hacia el cerro de la estrella.

Interesante, ¿no?, pero a la vez espeluznante, voy a una distancia suficiente para mirar por donde avanza, ahora va hacia el parque donde año con año se realiza el viacrucis en Iztapalapa, voltea y parece ser que se da cuenta que lo sigo, yo, disimulo, inclusive camino hacia otra dirección para evitar que sepa que voy tras de él.

Cuando estudiaba en la secundaria conocí toda esa zona, porque nos íbamos “de pinta” algunas veces, a explorar cuevas del cerro y otros lugares, inclusive una vez encontramos vestigios de las culturas antiguas que poblaron esa región, y también dentro de las últimas milpas que allí había encontrábamos “caritas de barro” y algunos otros objetos pequeños de la época prehispánica.

Él ya sabe que alguien lo sigue, pero no se inmuta, al contrario, parece que le gusta y continúa sin voltear, inclusive hay una leve sonrisa en su rostro, Yo sigo el juego, pero por dentro siento pavor a lo que vendrá.

Se encamina hacia la zona de cuevas de ese parque y antes de entrar, me hace una seña con la mano, para que lo siga, no se que hacer, ¿seguir o huir? Hago a un lado el miedo y olvido mis creencias acerca de lo tétrico y me acerco a la cueva también.

Al entrar a la parte visible de la cueva, me espera con un gesto irónico, no se que decir, solamente me acerco lentamente, para no molestar, sin embargo, él no se inmuta, parece que está acostumbrado a llamar la atención de los visitantes.

Dentro de la caverna hay todo lo necesario para sobrevivir, no en las mejores condiciones, pero si lo suficiente, hasta un camastro y ropa desperdigada por todo el lugar, algo parecido a los restos de una fogata queda por allí en la profundidad del lugar.

No se que decir o preguntar; sin embargo, al observar que en el lugar hay vestigios de que quien vive allí es mas bien un ser de carne y hueso, me tranquiliza.

  • No te preocupes, no soy lo que pensabas, mas bien vivo aquí porque no tengo otro lugar donde ir y pues no está tan mal para llegar de vez en cuando.

  • Pero, balbuceo, ¿porque salió de una ofrenda del festival de día de muertos en la Macroplaza?, lo vi claramente.

  • Je je, solamente actuaba para llamar la atención del público y provocar una reacción encadena de terror y que se recordará en todo Iztapalapa “el día en que de una ofrenda salió un muerto”, pero la gente está mas ensimismada en sí mismo, en alimentar sus egos, que en observar todo lo que vale la pena.

  • Y ¿Por qué vino hasta este lugar?

  • Pues porque para mi es un lugar muy simbólico para la gente de por acá.

  • Pero ¿Por qué asustar a la gente de esa manera?

  • Bueno eso es sencillo de contestar, ¿notaste que en la entrada de la caverna hay un árbol torcido con las ramas hacia afuera?

  • No, pero ahora lo veo, ¿Qué significa eso?

  • Mira hace algunos años, yo era el nominado para representar a Jesús el día de la crucifixión en la semana santa, había cumplido con todos los requisitos que la comisión organizadora solicita, sin embargo, por intereses comerciales y económicos de las autoridades de Iztapalapa, me dejaron fuera del escenario y solamente me ofrecieron el triste papel de Judas Iscariote.

  • Y ¿Qué pasó?

  • Pues que fue tal mi tristeza que sin esperar el día del viacrucis intenté ahorcarme en ese árbol que desde aquí puedes ver claramente, pero la cuerda se rompió y caí desde esa altura hasta el fondo de la cueva y tardé varios meses en recuperarme.

  • Pero, fue una decisión muy radical, ¿no cree usted?

  • Pues sí, pero recurrí a todas las instancias necesarias para que me devolvieran el papel protagónico que bien merecía y que me había costado varios años de preparación y de abstinencia.

  • Lo entiendo, ¿pero que relación hay entre el viacrucis y el festival de Ofrendas de día de muertos?

  • No es difícil encontrarla, en este festival acuden muchas personas de diferentes colonias y pueblos y me parece que vienen con el ánimo de ver más allá de la realidad y pues un “aparecido” en plena luz del día ante tanta gente pues llamaría la atención de propios y extraños.

  • Pero no fue así, desafortunadamente, lástima.

  • No te preocupes ya buscaré una nueva forma de llamar la atención de otra manera, sobre todo ahora que se avecinan nuevos tiempos.

Me despedí del señor admirando su valor para buscar la manera de recuperar su papel protagónico, sin embargo, no siempre las cosas resultan como se planean, aun en el “más allá”.

 

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